Literatura contemporánea, Narrativa breve, Microficción
Microbios es una selección de microcuentos de 19 autoras y autores de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, España, Guatemala, Honduras, Marruecos, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela, representantes del Colectivo Internacional «Minificcionistas Pandémicos». Desde una de las aristas de la creación literaria que es la minificción o microficción, cada texto de esta antología aporta a «crear espacios de reflexión», como nos dice Patricia Rivas M., directora y fundadora del colectivo, sobre diversos temas y realidades de nuestra sociedad actual, desplegando para ello sus conocimientos y experiencias vividas a través de un trabajo consciente de la ficción breve.
las plantas (concebido en minúsculas) es un bello tamiz que filtra los recuerdos gratos y oscuros de la infancia. Escrita en Valparaíso y matizados por la distancia, este singular poemario desentierra ese cofre de los juguetes empolvados, de los espacios íntimos que se guardan en la memoria, donde es posible contemplarse, encontrarse y jugar con uno mismo a través del tiempo. Cada verso es como una ola que golpea incesante y baña nuestras costas a ritmo de mar.
Historias mínimas es un homenaje al género del microcuento. En la búsqueda de ofrecer al lector un panorama variado y más amplio del ejercicio de la prosa breve, 97 autoras y autores de 19 países invitados, en un gesto de generosidad y buen ánimo, liberan sus más variados registros narrativos en este Libro-Festival de la Microficción, Edición 2020. Esta versión cuenta además, a modo de apertura, con unas reflexiones breves del escritor Ricardo Sumalavia.
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DESCRIPCIÓN
Cada cuento de este libro propone un despliegue intenso de ternura, violencia y ensoñación, un collage de anhelos carnales, maternales y amorosos. A través de la exploración psicológica de lo femenino, sin pudor alguno, los personajes van construyendo escenas intrépidas que fluyen desde el sueño hasta la realidad más compleja, cuyo lenguaje o rasgo estilístico podría definirse como un realismo onírico, donde solo se nos revelará lo determinante en cada historia.
COMENTARIOS
«Gimena Vartu, con el lenguaje de la poesía natural, fabrica caracteres reales contrapuestos con escenarios íntimos y privados. Sus cuentos son muestras intensas de historias más complejas, donde se nos revela y somos testigos indudables de lo determinante para que los personajes cambien un destino aparentemente ya fijo y que no temen destruir.»
—Carlos Luján, prólogo al libro
«La aventura sorprendente o entretenida de la acción narrativa cede el protagonismo a lo que los personajes sienten y convierten al lector en un cómplice sentimental de la experiencia del protagonista.»
—Antonio Moretti, Cuaderno Azul, diario Expreso
LEER PRÓLOGO ••••••••••••FICHA DEL LIBRO•••••••••••••PORTADA EN ALTA•
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«A principios del siglo XX, en un pueblito de los andes peruanos, un joven campesino, Balta Espinar, sufre un cambio inesperado en su vida laboral y afectiva hasta entonces armoniosa: siente presencias inusuales y, sobre todo, «ve» a un ser enigmático que lo persigue y lo atormenta. Se vuelve entonces más retraído, pero también más distante y hostil con su mujer, Adelaida, quien está embarazada. El asedio de este fantasma o doble se vuelve cada vez más insoportable, al punto que un día Balta cae o se lanza del risco en el que busca paz para sus tormentos. Horas después, nace su hijo. (…)
»La presente edición de Fabla salvaje —que sigue a la primera de 1923 modificando algunos términos en desuso, y agregando algunos signos de puntuación, adjetivos y enlaces más acordes con la historia— ofrece a los lectores una nueva oportunidad de encontrarse con esta gran obra. Y lo que resulta de ese encuentro no solo es el goce y el asombro ante el universo de uno de los creadores más importantes de nuestra lengua, sino una intensa exploración en el alma humana, un buceo en una zona áspera y en penumbras en la que es posible mirarnos, reconocernos y enfrentarnos con nuestros propios fantasmas.»
En un año ciertamente inesperado y difícil, nos hemos dado a la tarea de salvar las distancias y unirnos más a través del verbo hecho arte: la poesía. Fruto de ese esfuerzo y hermandad es esta primera dosis digital que reúne a 89 voces contemporáneas de diversas nacionalidades, quienes no han dejado ni dejarán de forjar la palabra a pesar de los tiempos adversos.
Autoras y autores como: Alexandra Evtimova (Bulgaria) – Ali Al Ameri (Palestina/Jordania) – Allison deFreese (EE.UU.) – Ana Akamine (Perú) – Ana Sofía Buriticá (Colombia) – Andrea Angles (Perú) – Andrea Cabel (Perú) – Andrea Muriel (México) – Angélica Hoyos Guzmán (Colombia) – Antonio De Saavedra (Perú) – Ariela Santana (Chile) – Ashanti Dinah (Colombia) – Camila Mardones (Chile) – Carolina Alvarado (México) – Carolina Ruales (Colombia) – César Nieri (Perú) – Chiara Culotti (Perú) – Cristian Cárdenas (Colombia) – Cynthia Franco (México) – Daniel Escudero (Perú) – Diego Eguiguren (Perú) – Eduardo Saldaña (Perú) – Elí Urbina (Perú) – Elisa Díaz Castelo (México) – Elizabeth Monopoli (Perú) – Enzo Pérez (Perú) – Fabiola Vásquez (Perú) – Fadir Delgado Acosta (Colombia) – Florencia Piedrabuena (Argentina) – Gimena Vartu (Perú) – Indira Anampa (Perú) – Jennifer García (Colombia) – Johanna Jiménez (Ecuador) – Jorge Pérez Baca (Perú) – José Miguel Herbozo (Perú) – José Rodríguez Bustamante (Perú) – Karla Cordero (EE.UU.) – Katherine Medina Rondón (Perú) – Katherine Rengifo (Perú) – Kenki Ibañez (Perú) – Laura Castillo (Colombia) – Lenyan Veka (Perú) – Lilia Parisí (Argentina) – Lily Sánchez (Perú) – Liudmyla Diadchenko (Ucrania) – Liyanis González (Cuba) – Lourdes Saavedra Berbetty (Bolivia) – Lucía Carvalho (Bolivia) – Luis Alonso Cruz Álvarez (Perú) – Luis Verdejo (México) – Mar Guerrero (Venezuela) – Marcela Parra (Chile) – Marcia Mendieta Estenssoro (Bolivia) – María Belén Milla (Perú) – Marianna Espezúa (Perú) – Marilia Navarro (Perú) – Marisa Martínez Pérsico (Argentina) – Martha Cecilia Ortiz (Colombia) – Mayda Plant (Chile) – Mercedes Alvarado (México) – Micaela Paredes (Chile) – Montserrat Martorell (Argentina) – Moria Balarino (Perú) – Nicole Zevallos Alarcón (Perú) – Osman Alzawihiri (Perú) – Pablo Salazar Calderón (Perú) – Pandora Saad (Chile) – Paola Dávalos (Perú) – Paola Zambrano (Ecuador) – Paura Rodríguez Leytón (Bolivia) – Pavel Ugarte (Perú) – Ray Paz (Perú) – Rose Oviedo (Perú) – Sandra Ferrándiz (Perú) – Sandra Ramírez Rossel (Perú) – Sandra Santos (Portugal) – Santos Morales Aroní (Perú) – Selva Vargas (Perú) – Silvana Reyes-Vasallo (Perú) – Soledad Aráoz (Perú) – Stephani Rodríguez (Venezuela) – Tallulah Flores (Colombia) – Tania Favela (México) – Valeria Guzmán (Rusia/México) – Valeria Sandi (Bolivia) – Verónica G. Arredondo (México) – Victoria Mallorga (Perú) – Ximena López Bustamante (Perú) – Yanuva León (Venezuela), han sido muy generosos al liberar en las páginas de AISLADOS una dosis de sus fuegos vitales para estos tiempos inciertos.
Es lindo estar embarazada. Mi vientre aún es pequeño pero ya puedo sentir sus pataditas, o será que estoy muy emocionada que siento cualquier cosa. En cuanto apareció el camión por la carretera, lo sentí: el pequeño golpecito, la cosquilla dentro de mí que me hace dirigir la mano inmediatamente ahí, ahí donde todo pasa. Se lo dije a él, pero no me hizo mucho caso, estaba ocupado en detener el camión. No quiere aparentar su nerviosismo para que yo siga tranquila, para que no me preocupe y confíe en que las cosas saldrán bien. Yo sé que todo va a salir bien, pero también sé que en el fondo él está muy nervioso. Ir a una tierra nueva, en busca de una mejor vida para los tres, abandonar nuestro pequeño pueblito, que es lo único que hemos conocido hasta ahora, para dirigirnos a algo completamente diferente; un cambio tan brusco como ese pone nervioso a cualquiera, por eso lo comprendo y dejo que él crea que me engaña con su aparente sosiego. Le sonrío al subir a los asientos traseros de la cabina del camión, saludo cortésmente al chofer y al tipo sentado detrás de él. Mi amor sube de último, cierra la puerta, me abraza y me mira con ojos de hombre. El tipo sentado detrás del chofer, a mi lado izquierdo, tiene una de esas maquinitas de computación que se pueden llevar. No deja de mirar a la pantalla, que tiene inscripciones raras con mapas, números, flechas, puntos rojos. Miro a mi amor; él lleva su dedo a la boca, me hace callar sin que yo haya dicho nada. Tiene razón, está bien, lo único que necesitamos de estas personas es que nos lleven a la ciudad, o que por lo menos nos dejen cerca, allí tendremos una vida nueva. Lo que ellos hagan o dejen de hacer no es de nuestra incumbencia, no debemos ser chismosos. Mi amor quiso sentarse conmigo y no en el asiento vacío junto al chofer. Eso me gusta tanto de él, que viaje a mi lado, que esté siempre pendiente de mí. Mira el horizonte y sus ojos brillan, el día está un poco nublado pero sus ojos derraman una luz tan poderosa y afilada como el sol. Viéndolo así, me quedo dormida en sus dulces hombros, en sus fuertes brazos.
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¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Anochece o amanece? Es ese extraño momento del día cuando despiertas en una hora incierta, sin luz, sin saber si se acaba de partir o se está a punto de llegar. El rumor de una vieja canción revolotea entre mis sienes, como un ‘lorito de las montañas’; creo que la han estado tarareando a mi lado. Todo sigue igual, el camión aún sigue en marcha. Miro a mi amor y, justo antes de detenernos, me da un beso y me deja sin hablar. Una patadita suave siento, creo que el presentimiento de nuestro hijo me hizo despertar de pronto. Mi amor sale rápido del camión, que se ha detenido no sé por qué; estamos en una curva de la última montaña, a poco de llegar a la ciudad. Desde aquí se la puede ver, allá abajo, algunas de sus luces ya encendidas. La ciudad es tan grandota, con sus edificios, sus fábricas, sus torres inmensas que se ven chiquitas desde aquí, como un juego de bloques de madera sobre una mesa. Mi amor la observa también, es increíble cómo su silueta me parece mucho más grande que todas esas construcciones. De pie, firme en la tierra, se pone las manos en la cintura y voltea para decirle algo al chofer con el movimiento de su quijada hacia arriba. El chofer se vuelve al tipo de la maquinita, que no dejaba de machucar los botones, y le dice, simplemente: «Ya». El chico deja su asiento y se va hacia atrás. ¿Se podía ir a la parte de atrás? ¿Por qué no lo noté? El chico ingresa por una puertecita detrás de los asientos, que había estado cubierta con cortinas negras. El camión está repleto de maquinitas, cada una sobre su respectiva mesa rodeada de un montón de cables gruesos, con las pantallas prendidas que palpitan, parpadean, llenas de inscripciones raras que parecen mapas con flechas y puntos rojos. El chico revisa cada pantalla, una por una, rápidamente, y levanta el pulgar como señal hacia el chofer, como diciendo también: «Ya». El chofer asiente, le da un «sí» con un movimiento de cabeza a mi hombre, que saca del bolsillo de su casaca algo que no alcanzo a ver y se dispone a caminar a la ciudad. Me quiero bajar, pero los otros me detienen. Le quiero gritar, pero él voltea, me mira y me hace esa cosa con el dedo y la boca. Ahora entiendo, no es para que me calle, es para que no le diga nada a nadie.
Tras abrir nuestra fanpage Dendro Ediciones, en octubre de 2018 y con motivo de la Feria del Libro Ricardo Palma realizado en Miraflores, nuestra primera apuesta fue en un formato poco convencional: edición artesanal o libro cartonero. El poemario se tituló ele, primera incursión en el género poético de autor Stuart Flores, con quien estamos muy agradecidos por su confianza, y que tuvo, a lo largo de la feria, una aceptación muy generosa por parte del público lector.
Tras un par de temporadas en que estuvimos dándole vueltas a la idea, un buen día de septiembre resolvimos emprender el viaje con un nombre que salió desde la manga y con una buena ruma de libros como único equipaje de aventura.